Un día inolvidable. Así ha transcurrido una jornada de convivencia y unión escardielera y rociera, donde la climatología ha acompañado de una forma inmejorable y nos ha deparado estampas para el recuerdo en este 23 de noviembre.
Caminar por las arenas y compartir camino con multitud de familias y grupos, un almuerzo de fraternidad en los pinares, risas, cantos, una llegada a Almonte entre cohetes y palmas y con el sonido de la flauta y el tambor emocionando a los allí presentes. Allí también se incorporaron hermanos muy cercanos que quisieron acompañarnos en esta tarde, emocionándonos mutuamente.
Una Eucaristía multitudinaria compartida con 300 peregrinos de la Aldea del Rocío con su Guión Peregrino y otros grupos que como nosotros nos acompañaban en torno a la Mesa, una presentación de nuestro banderín ante Santa María del Rocío con los sones de su Salve, y las palmas de 1600 jóvenes rocieros que entraban en la Parroquia de la Asunción tras nosotros.
Se puede contar, pero no se puede transmitir con totalidad lo vivido, porque ha sido muy muy grande.
Gracias, gracias de corazón a los peregrinos de nuestro pueblo que han dicho sí a compartir un día para el recuerdo de su hermandad.
Gracias también a quienes han donado productos para hacer realidad esta peregrinación.
Gracias a la agrupación de Protección Civil, quienes nos han acompañado en todo momento y han velado por nuestra seguridad con enorme profesionalidad.
Gracias, muy especialmente, a nuestro GRAN TAMBORILERO, Antonio Lozano, quien ha demostrado en Almonte una gran categoría y un gran corazón al interpretar de una forma tan emotiva y sincera. Que grandes momentos nos esperan escuchándole.
Seguimos caminando, hermanos. Por las arenas, entre encinares. Pero siempre hacia María.