La Ermita de Nuestra Señora de Escardiel está enclavada a tres kilómetros al Norte/Noroeste de Castilblanco de los Arroyos, situada en el llamado ‘Chaparral de la Virgen’ o ‘Chaparral de Escardiel’ (42 hectáreas). Por tanto, el espacio sacro para albergar la imagen se situará junto al arroyo de la Señora (en clara alusión a la Virgen), a orillas de un lugar de tránsito: el Camino Real de Extremadura. Más prosaicamente conocido entre los naturales como Camino de Santa Olalla, esto es, la antigua Vía de la Plata, configuraba uno de los ramales más frecuentados de la ruta que unía Andalucía con la meseta o Portugal. La ubicación de la ermita junto al Camino Real constituye el quid de su esplendor, y lo será, especularmente, de su decadencia, toda vez que se vaya consolidando la preferencia de la travesía por el Camino de El Ronquillo[1].
La fisionomía actual de la ermita ha sido notoriamente transformada merced a las aciagas vicisitudes históricas: el terremoto de Lisboa (1755), las desamortizaciones (1836-1856), la Guerra civil (1936-1939).
Aunque hoy se configura como un templo de una sola nave (con un pórtico en el lado de la epístola, y un nártex) los documentos y las fotografías antiguas nos permiten conocer una fábrica más amplia: tres naves cubiertas por un artesonado mudéjar, que se transformaba en un una bóveda hemisférica hacia el presbiterio. Del artesonado aún se conservaban alfarjes poco antes de mediados del siglo XX[2]. Ello sitúa el origen del edificio en la etapa bajomedieval, en consonancia con la raigambre de la imagen, aunque el primer dato documental referente a la arquitectura de la ermita se remonta 1600, cuando el ermitaño Pedro Alonso, lega diez ducados para que se hagan unas puertas nuevas[3].
Existía un retablo de talla dorada[4] que acogía a la imagen de la Virgen en una hornacina, y que será destruido al colapsar el presbiterio en 1773, como consecuencia terremoto de Lisboa. Dos años después comenzarían las obras de un nuevo retablo que : “pusieron estos devotos a su costa dicho retablo trayendo maestro de Sevilla”[5]. Su aspecto solo puede ser conocido de forma parcial a través de fotografías y algún fragmento, pues fue incomprensiblemente quemado en 1980 debido a su lamentable estado de conservación. Constaba de una sola calle, estando flanqueada la hornacina por lienzos y era blanco, con los ornamentos en relieve pintados.
Al santuario se añadían dependencias aledañas como las casas del santero, una hospedería y unas caballerizas, de las que hoy no queda rastro alguno, pero que sí se conservaban a comienzos del siglo XX[6]. La Hospedería se construye a mediados de siglo, a raíz de la petición del administrador de ermitas quien, en carta al prior en 1743, solicita que se “se haga una Hospedería que sirva para los peregrinos que vienen andando a la Santa Imagen de la Señora”. En la décadas posteriores constan obras de ampliación y reparación; al igual que las caballerizas, cuya ampliación se registra en 1794, o el pozo, rehecho entre 1776 y 1774, cuando se instala “una imagen de Nuestra Señora para que siempre haya agua”[7].
Las Pinturas de la Ermita
Las pinturas murales de la Ermita de Nuestra Señora de Escardiel, debían ser devocionales. Dejando a un lado la parte más académica de la Historia, quise inspirarme en el sentir de un pueblo. En la devoción de miles de personas que hacen que sus paredes se llenen de Fe y amor cada mes de septiembre. Debía ser pues, una pintura Mariana y Popular. Una pintura que aunara la leyenda y el costumbrismo del romero.
La composición de las pinturas se divide en varios estadios. Pasando de uno a otro con transiciones suaves para graduar pictóricamente los distintos escenarios.
Empezamos por la parte inferior.
La pared del Santísimo Cristo de los Vaqueros representa el momento en el que las tres Marías, junto a Juan Evangelista, vuelven del Gólgota. Un homenaje a la figura, a veces olvidada, de la mujer. Una ermita Mariana que enaltece su figura como pilar fundamental de la Historia.
En la pared derecha se representa la leyenda, tan popular del pueblo de Castilblanco de los Arroyos, de la bellota y la encina. Dando importancia a esta creencia que perdura generación tras generación. Rodeada de una ornamentación floral que da luz al conjunto y apropiada para una imagen como nuestra Virgen de Escardiel.
Seguimos por las cuatro pechinas.
Dos de ellas, las dos traseras, están dedicadas a los Patrones de Castilblanco de los Arroyos. Otro homenaje a nuestras raíces y que acercan aún más estas pinturas al sentir popular. San Benito y la Virgen de Gracia en cada una de esas dos pechinas.
En las pechinas frontales se representan dos momentos únicos y especiales para todo devoto de la Virgen. No se entiende un septiembre en Castilblanco sin esos dos momentos. Momentos que llegan con la Romería y con la noche. El rezo del Santo Rosario y la Salida Procesional de la Virgen.
Siguiendo en las pechinas, necesitaba pintar una transición hacia lo divino. Y así es como aparecen las ocho bienaventuranzas. Dos en cada Pechina.
De lo divino pasamos a lo popular.
La pintura se funde hacia el verde de la tierra de nuestro pueblo. El verde de nuestras encinas. Verde de un camino lleno de ilusion y Fe que reúne a un pueblo entero en sus arenas.
El momento de la venida de nuestra Virgen al pueblo es la escena elegida para comenzar una cúpula que tenía que terminar con lo celestial.
La Cúpula.
Un cielo de nubes con tonos de septiembre. Con ángeles que sostienen una oración y un rompimiento de gloria muy especial. La bellota y el rostro de Nuestra Señora de Escardiel.
--------------------------------------
[1] La decadencia de la vía comenzó desde fines del siglo XVII a causa del auge paralelo de otros ejes de comunicación entre Andalucía y la Meseta.
[2] HERNÁNDEZ DÍAZ, José, SANCHO CORBACHO, Antonio, COLLANTES DE TERÁN, Francisco: Catálogo arqueológico y artístico de la provincia de Sevilla, Sevilla, Diputación Provincial, 1955, t. II, pp. 287-291. MORALES JIMÉNEZ, Alfredo et al. Guía artística de Sevilla y su provincia, Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2004, vol. II, pp. 366-369.; recoge que la ermita es de dos naves, cuando tras la reforma de los años sesenta, quedó en una sola, y cita un retablo dieciochesco que ya no existía en tales años.
[3] Archivo Histórico Provincial de Sevilla, sección Protocolos Notariales, leg. 22753-PB, ff. 154r-156v. se registran pagos al dorador en tres partidas por valor de 240 reales en 1755.
[4] Archivo General del Arzobispado de Sevilla, sección Administración, serie Cuentas de hermandades, leg. 15846, ff. 15r-17r.
[5] Archivo Parroquial de Castilblanco de los Arroyos, Libro de Cabildos, f. 126r. Debió ejecutarse entre 1775 y 1776, momento en el que se ejecuta la ‘refacción’. Vid. infra.
[6] La hospedería se conservó, al menos, hasta 1911, cuando el cura la ofreció como lazareto ante el requerimiento del gobernador civil, Archivo Municipal de Castilblanco de los Arroyos, leg. 51, Libro de Actas Capitulares de 1911, 2º cuadernillo, ff. 3v-4r. La casa del santero se conservaba también por entonces, como demuestra una antigua fotografía.
[7] A.G.A.S., sección Gobierno, serie Priorato de Ermitas, Libro de Visitas Arzobispales.